No es menor lo ocurrido. El oficialismo y la ex concertación recibieron 35% de los votos para la asamblea constituyente, la mitad de lo esperado. Fue una cachetada sin dobles lecturas a los partidos tradicionales. Sin embargo, no hubo una renuncia masiva de presidentes de partido, mea-culpas,  reflexione profundas  o un atisbo de autocrítica. Para qué hablar de cambio de discurso, urgencias legislativas, nuevos proyectos o propuestas al país. La ciudadanía los patea en el piso, y aún así, es como si no hubiese pasado nada.  

En cualquier empresa que le caen las ventas a la mitad, esa mismo día está medio mundo con la camisa arremangada atendiendo la situación. Llamando clientes, buscando entender las causas, cambiando estrategias, y ajustando costos … lo que sea por evitar la quiebra. En el mundo político – al parecer – es mejor jugar de gil. Muestran la misma complacencia que han tenido los último 4 gobiernos y congresos.  

La Izquierda o la Derecha, da igual, alguien atine. La crisis de representación de la que tanto hablan no tiene que ver tanto con las personas electas o las instituciones, sino con que esas autoridades representan los intereses de quienes los eligieron. Llevamos décadas con pensiones, educación, salud y seguridad al tope de la tabla de las prioridades ciudadanas, pero sin acuerdos al respecto. Gobiernos y parlamentarios fueron electos para eso, para procesar nuestras diferencias y llegar a acuerdos, no para sentarse de brazos cruzados culpando al del frente. 

Un ejemplo claro es el problema de vivienda. Parece desidia frente al sufrimiento de las personas cuando la semana pasada la comisión de Vivienda en el Senado rechazó la idea de legislar la ley de Integración Social Urbana. 500 mil familias esperan un hogar definitivo y un puñado de senadores prefirieron darse un gustito político. Se excusan en el discurso de que el proceso constitucional fortalecerá los derechos sociales y ahí se verán estos temas. El presupuesto para subsidios del Ministerio de Vivienda alcanza para un dividendo de 300 mil pesos mensuales para cada familia que hoy tiene problemas habitacionales. ¡Indignante! Los recursos están y las familias siguen esperando. 

Pues bien, la ciudadanía se cansó y les notificó vía urnas su impresión. La buena noticia es que una parte de la democracia funcionó; las personas tomaron decisiones y comunicaron con su voto que quieren cambiar el rumbo. Ahora falta que la clase política acuse recibo de este mandato y haga la pega. La trinchera y aferrarse a ideas obsoletas, solo le deja en bandeja el poder a quienes si hablan el mismo idioma de quienes votan. Existe un gran desafío por delante y no se resuelve con voto obligatorio, sino que con propuestas relevantes, proyectos implementados y una necesaria reforma al Estado. 

Por último, la conexión no tiene que ser programática, sino que también actitudinal. Las personas que lo están pasando mal necesitan ver que a alguien le importa su situación, al menos percibir sentido de urgencia en sus representantes. La complacencia y falta de empatía es el espacio perfecto para populistas con carisma e ideas irresponsables. Por lo mismo, para combatir la demagogia y la degradación institucional, hay que combinar orden institucional con nuevas ideas y una ejecución ágil de las reformas necesarias. Paremos la bipolaridad entre el alaraco de comprar dólares o el pretender que no ha pasado nada. Acusemos recibo, entendamos las necesidades, desarrollemos propuestas relevantes y hagamos la pega. 

 

Columna originalmente publicada por Diario Financiero

https://www.df.cl/opinion/columnistas/tomas-sanchez/despabilar

Tomás Sánchez V. 

Autor Public Inc. 

Investigador Asociado, Horizontal.