Pase lo que pase este domingo, corremos el riesgo que el lunes todo siga igual. Se iniciarán cambios constitucionales, pero la estructura productiva del país seguirá el mismo curso. Por lo mismo, urge una envestida del mundo privado, con un compromiso claro por desarrollar el país. Hemos conocido de cerca la incerteza, pero la otra cara de la moneda son proyectos con una buena demanda por delante para sacar nuestro país adelante. Pues bien, tenemos una oportunidad tocando la puerta.  

La emergencia climática ha gatillado la cruzada financiera más grande la humanidad, con literalmente, 130 millones de millones de dólares, disponibles para proyectos sustentables. Mientras compañías y gobiernos trazan hojas de ruta complejas para alcanzar la carbono neutralidad, en nuestro país tenemos uno de los mayores activos para ser el corazón energético del mundo: sol, viento y mareas. 

Una de las piezas claves de la matriz energética del futuro es hidrogeno verde para alimentar grandes industrias y transporte, quienes son responsables por más del 45% de las emisiones de carbono a nivel planetario. Es importante recordar, que la electricidad es solo el 20% del consumo energético y las principales industrias emisoras no pueden simplemente electrificarse. Para producir cemento o acero, y mover aviones y barcos, la densidad energética de las baterías no es suficiente para aquellos procesos, por lo tanto, la humanidad necesita urgentemente de hidrogeno verde a precios competitivos.  

En simple: Chile tiene la oportunidad de ser una de las baterías de esta nueva civilización. 

El hidrogeno no había sido tema antes, ya que era caro producirlo, mientras el carbón mineral cumplía su función con un alto costo para el ecosistema. Afortunadamente, las energías renovables han llegado a tal nivel de eficiencia, que es posible utilizar su electricidad para generar hidrógeno verde competitivamente y utilizarlo como medio de almacenamiento. 

Sin embargo, el desafío es complejo. Por lo mismo, se necesitan las mejores capacidades del mundo privado en alianza con el Estado. El nacimiento de una industria implica inversiones, desarrollo tecnológico, coordinación entre empresas complementarias, recorrer curvas de conocimientos en el sector financiero y empresarial, conexión con la academia y regulación favorable. No es tan simple como desalinizar agua en el desierto, aplicar electrolisis y exportar tanqueros con hidrogeno a Alemania. Necesitamos no solo capital de riesgo, sino que voluntad y colaboración desde múltiples sectores para hacer realidad un shock de productividad y conocimiento que podría empujarnos hacia el desarrollo. 

Los desafíos de capital humano, logística, tecnología y demanda requieren de un compromiso transversal que permita sentar a la mesa generadoras, industrias, gobiernos, inversionistas, comunidades y sindicatos, para poder diseñar una hoja de ruta que nos permita ir avanzando en etapas al ritmo correcto mientras madura este mercado a nivel mundial. Las energías renovables hoy representan solo un 20% de lo que consumo, mientras hay un 75% de producción de carbón, petróleo y gas que el planeta necesita reemplazar.  

Existen aún muchas preguntas sin respuestas, estimaciones de demanda por afinar y tecnologías por desarrollar. Pero no hay duda que la humanidad necesita de esta industria, y países como Arabia Saudita y Australia ya comenzaron la carrera. Aún estamos a tiempo, pero cada semana que pasa, otro país avanza, y el riesgo de la inercia sigue presente. Hoy nos toca decidir si queremos ser un espectador y jugárnosla por un pedazo de ese mercado.  

 

Columna originalmente publicada por Diario Financiero

https://www.df.cl/opinion/cartas/el-riesgo-de-la-inercia

Tomás Sánchez V. 

Autor de Public Inc. 

Investigador Asociado, Horizontal