Muy buena, tan simple como necesaria. Crear un Consejo Económico y Social (CES), que permita un espacio de diálogo y coordinación entre Empresarios, Trabajadores, Estado, Academia y Sociedad Civil. Me sorprende que aún no exista. Si entre todos formamos un país, como una unidad sobrevivencia – soberana y autogobernada – es curioso que no hayamos creado una institución para colaborar activamente. Pareciera, a veces, que no estamos interesados cooperar, cuando está en nuestro propio interés sacar lo mejor de nosotros.

Países como Irlanda, Nueva Zelanda, Australia, Holanda o Hungría, han implementado modelos similares. En el caso de los países nórdicos, siempre se habla de sus estados benefactores, pero se suele omitir el crucial dialogo público – privado que permite el desarrollo de industrias más competitivas y el aprendizaje de habilidades altamente demandadas en nuestro siglo. Con más o menos institucionalidad, hemos visto como países con buen desempeño económico han tomado un camino u estrategia clara. Explotan sus ventajas comparativas en base a la especialización y colaboración de industrias completas, no dependen sólo de un par de empresas con buen desempeño.

Quizás sea la herencia cartesiana de la modernidad, donde todo era comprendido en base a la descomposición de sus piezas y como ellas jugaban roles definidos para enarbolar un mecanismo. Sin duda un avance importante un par de siglos atrás, que hoy necesita evolucionar. Tal como la especialización en la economía y en las empresas tiene como resultado más productividad, esta empieza a ser decreciente cuando los silos dentro de una organización no permiten que fluya el aprendizaje y el conocimiento. De igual forma para nuestro país, necesitamos diseñar un sistema que permitan esa comunicación y coordinación para propiciar una economía más inclusiva.

El Consejo Económico y Social tendría como foco temas sociales, como la reducción de la pobreza multi-dimensional; aspectos económicos, como aumentar la productividad y fomentar el emprendimiento; y desafíos institucionales, dónde se abordará la modernización de Estado y el uso eficiente de recursos públicos. Para complementar, el CES podría ser secundado por otras dos instancias: un Foro Social y un Consejo de Economía Rumbo al Futuro, que habiliten espacios para la discusión de temas más específicos, y a su vez, instancias regionales de cada una de ellas.

Esto viene a atender dos desafíos de fondo, uno económico y otro político. En teoría, el sistema de información en base a precios debiese ser suficiente para alocar de mejor forma los recursos escasos, pero en la práctica vemos como las fallas de coordinación cuestan caras. Ya sea frente al desafío de desarrollar una nueva industria como el hidrógeno verde, o la falta de ingenieros en minas. Por el lado político, somos testigos de una nueva sociedad que espera nuevos espacios de participación y consulta, más allá de elecciones cada cuatro años. Un desarrollo inclusivo no pasa sólo por más lucas, sino que por mayor armonía entre diferentes grupos de interés.

Es hora de que actuemos como país que somos, cooperando y dialogando. Sólo juntos, en forma y fondo, seremos capaces de hacerle frente a un futuro cada vez más volátil e incierto. Es necesario crear la institucionalidad que permita este diálogo, teniendo aún por delante el desafío de diseñar como establecer vínculos con actores claves para llevar las ideas del consejo a la realidad, como fondos de inversión, universidades y comunidades, por nombrar algunos. Pero no perdamos de vista lo esencial, cómo diría Ignacio Briones: con todos, sino para qué.

Columna originalmente publicada en Diario Financiero

https://www.df.cl/noticias/opinion/columnistas/tomas-sanchez/la-idea-de-briones/2021-04-07/191345.html