La industria de la Isapres perdió 73 mil millones de pesos durante el primer semestre de este año, sumándose los 137 mil millones perdidos el año pasado. Esto ha puesto en el tapete la fragilidad del sistema, y cómo potencialmente, una crisis de liquidez en los principales pagadores pondría en aprietos a toda la cadena de suministro, Fonasa colapsaría. 

Por otro lado, las Isapres han perdido sostenidamente participación de mercado frente a Fonasa, llegando al 19%. Lo que se complementa con que solo en el mes de abril se ingresaron más de 160 mil recursos de protección a las Cortes de Apelaciones a lo largo del país en contra de las Isapres, un claro síntoma de que algo está funcionando mal. Sobre todo, si esa cifra fue de a 200 mil durante el año 2020 y era solo de 5 mil diez años atrás. Es decir, a vista y paciencia de todos, hemos visto cómo el sistema estaba generando mayores conflictos entre las partes, además de colapsar el poder judicial, y no se hizo nada. 

De la misma forma, pocos pusieron el grito en el cielo cuando el año 2020, VidaTres, Masvida y Banmédica tuvieron rentabilidades sobre Capital y Reservas de 96, 57 y 38% respectivamente. En solo un par de años una industria regulada ha demostrado una volatilidad que simplemente desnuda la incompetencia del regulador, o el mal diseño del sistema.  

Peor aún, nos revela que quienes están llamados y contratados para resolver estos temas, no lo han hecho. Nuestra clase política nuevamente nos recuerda su incapacidad para resolver los temas a tiempo. Después de anos debatiendo y consensuando que una nueva Constitución podrá tener muchas virtudes, pero no es resolver por arte de magia malas políticas públicas, he aquí un nuevo ejemplo donde necesitábamos de técnicos y buena política para entregar bienestar a la vena. 

El mercado de la salud es difícilmente un mercado. En un mercado eficiente, comprador y vendedor, saben lo que están transando. Y en caso de que una de las partes falte a su compromiso, existe un mecanismo efectivo de mercado que castiga a quien no cumple, a un costo razonable para la contraparte. Es decir, si compro pan duro, nunca vuelvo a esa panadería, se lo contaré a todos los vecinos, y el costo fue un mal desayuno. Sin embargo, eso no ocurre en la industria de la salud, donde existe una asimetría de información abismante y donde el costo de una mala decisión puede ser la vida y la quiebra. Por lo mismo, un sistema de salud debe considerar espacios de quasi-mercados estrictamente regulados, velando por el bienestar de la población. 

Lamentablemente, al igual que en otros casos, posiciones obtusas y ciegas a la evidencia, plantean alternativas polares que caen en un debate sordo que termina sin acuerdos. Es tan simple como estudiar los sistemas de salud en el mundo que funcionan bien. Países como Canadá, Reino Unido, o Alemania, disfrutan de las virtudes de un sistema que combina lo mejor de las capacidades públicas y privadas, con una estructura híbrida. A su vez, se apalancan en el poder monopsónico del Estado, para resguardar el presupuesto de todos, combatir potenciales abusos de posiciones dominantes y balancear diversos intereses. 

Queridos extremistas, no sean testarudos. El mejor ejemplo de un sistema desintegrado es Estados Unidos, que tiene por lejos el costo por usuario mas alto del planeta con la peor expectativa de vida para su nivel. Por otro lado, Fonasa es tan mal pagador que Ley de pago a 30 días tuvo que ser acomodada solo para esta Institución y paga miles de insumos a sobre-precio porque son pocos los proveedores que se arriesgan.  

El diseño de un nuevo sistema de salud es una tarea técnicamente compleja que requiere de mucho dialogo político, para evitar una debacle que nos podría hacer retroceder varias décadas. 

 

Columna originalmente publicada por Diario Financiero

https://www.df.cl/opinion/columnistas/diagnostico-en-salud-negligencia

Tomas Sanchez V 

Autor de Public Inc 

Investigador Asociado de Horizontal