Del total de ventas hechas por empresas durante el año 2020 en Chile, solo el 14% corresponde a MiPymes. Un número preocupante, que esconde uno peor: el 49% de los empleos lo dan quienes producen ese 14%. Si bien en los últimos 15 años han aumentado en un 72% la cantidad de grandes empresas explicando nuestro crecimiento, las MiPymes siguen empleando a la mitad de la población con una pequeña fracción del PIB. Podemos sentirnos orgullosos de ser un país de emprendedores, que desde el 2005 creamos mas de 300 mil nuevas empresas, sin embargo, en el mismo periodo solo 13 mil debutaron como medianas. Interesante hipótesis de desigualdad y baja productividad estructural.
De cara a abordar este problema, el financiamiento aparece en el primer lugar y es importante recordar que este es un problema tanto estratégico como táctico. Comenzando por lo segundo, el mercado deja las pymes para el final debido a un alto costo de transacción y un problema de asimetría de información. Atender a una persona o gran empresa es mucho más eficiente para una institución financiera. Los productos para las personas son estandarizados, y a su vez, evaluar el riesgo asociado a un empleado inserto en el sistema, es relativamente sencillo al contar con su historial financiero, contrato de trabajo y registro de cotizaciones. Por el lado de las corporaciones, los montos en cuestión son tan altos, que una atención dedicada es justificada, y al enfrentar una evaluación crediticia, Estados Financieros auditados, sumado a exigencias regulatorias y el escrutinio de los mercados, hace bastante abordable el asunto.
Sin embargo, una mediana empresa – para qué hablar de las pequeñas – queda en una situación poco atractiva. Atenderla implica un alto costo de transacción dadas las necesidades poco estandarizadas, y a su vez, el análisis de riesgo es costoso tanto para la empresa como para la institución financiera. Recopilar, ordenar y presentar documentos, pruebas y estados financieros, mientras la contraparte evalúa el riesgo de un negocio que desconoce. Si a esto le sumamos la realidad de una carpeta llena de papeles presentada por una ejecutiva frente a un desconfiado comité de riesgo, no es de extrañar la clásica frase “los bancos son buenos para ofrecer paraguas cuando está soleado”.
Desde una mirada estratégica, nuestro mercado financiero es altamente bancarizado y poco amistoso con nuevos competidores. La reciente ley presentada a la Cámara de Diputados para consolidar la deuda en un solo sistema administrado por la CMF, seria un gran avance para permitir que todo actor del sistema pueda evaluar de manera correcta a un sujeto de crédito. Hoy solo los bancos tienen un registro consolidado de deuda, en desmedro de otros jugadores y nuevos entrantes. A su vez, para que haya nuevos jugadores e intermediarios, necesitamos urgentemente una buena ley de Open Finance que efectivamente permita a nuevos actores hacer el mercado más competitivo. Sin duda un nuevo Banco de Desarrollo podría ser un catalizador importante, pero el desafío es de tal envergadura, que necesitamos aceitar todas las piezas del sistema para llegar ese millón de pymes que necesitan una mano.
Cómo vemos el desafío es dantesco. Esto no se trata de regalar plata, justamente lo contrario, evaluar adecuadamente cada proyecto, asignándole tasa y monto correcto en forma oportuna. Esta es sin duda una de las claves donde tanto el mercado como el Estado está al debe de cara a potenciar nuestro desarrollo. No olvidemos que ese 14% le da empleo a la mitad de Chile.
Columna originalmente publicada por Diario Financiero
https://www.df.cl/opinion/columnistas/ese-incomodo-14
Tomás Sánchez V.
Autor Public Inc.
Investigador Asociado de Horizontal.