“Es imposible prevenir esto, dicen en el único país donde ocurre”. Este era el irónico y lamentable titular de la sátira online The Onion. Un titular que se ha viralizado tras cada masacre que habitualmente golpean a Estados Unidos, con la misma fuerza que acicala la ideología en torno a la tenencia de armas. La excusa perfecta para salir a predicar sobre la necesidad de armar profesores de escuelas básica para defender los niños. “Las armas no son buenas o malas, sino que son las personas que las portan” rezan en ese culto.  

Lo peculiar es que esos argumentos se levantan en el país donde en los primeros 145 días del ano han ocurrido 214 tiroteos donde han muerto mas de 4 personas, fiel reflejo de ser el país desarrollado con 8 veces más muertes per cápita con armas que el país que le sigue (Chipre). El mismo donde hay mas armas civiles que personas, el doble que Yemen, tres veces más que en Serbia y multiplica por 4 – proporcionalmente hablando – a su vecino, Canadá.  

Sin embargo, este dato no se levanta solo frente a números, sino que también familias. Miles de damnificados que quedan hundidos en el desconsuelo de la perdida de hijos, hermanos, y amigos. Testigos y comunidades donde el trauma es una herida que sana mal frente a la indolencia de compatriotas haciendo caso omiso de su luto. Esa falta de honestidad intelectual y empatía es lo que termina por cerrar a la fuerza una cicatriz que esconde una división profunda. Invitados por el azar de la geografía donde nacieron a resolver sus diferencias con política, esta se debilita cuando unos ven que los otros desprecian su sufrimiento.  

Construir una sociedad prospera necesita del rigor de la evidencia y de la empatía para reconocer los infortunios y tragedias de otros. A punta de tener la razón con un aparentemente discurso lógico, en base a silogismos y conjeturas que sostengan legítimos y subjetivos ideales, no contribuyen si ellos pasan por alto las injusticias de otros y descartan la evidencia. Puede ser un buen discurso para envalentonar un grupo de amigos, pero no para entablar un dialogo que cimiente confianzas y origine un proyecto sustentable. 

Con la misma incredulidad que miramos al país del norte, miremos un segundo nuestro Chile querido. Mirémonos a nosotros mismos porque a todos nos aprieta el zapato. Todos somos responsables de creerle al meme que confirmaba nuestras creencias y afirmar en forma vehemente sin evidencia alguna. Tal como hemos permitido una injustica porque nos convenía o no le hemos asignado la urgencia necesaria al drama ajeno.  

Esto aplica a todos, de lado y lado. Cada vez que discutimos sobre como resolver un problema, necesitamos poner la evidencia y entendimiento sobre la mesa. La realidad a la que nos enfrentamos tiene un nivel de complejidad tal que requiere entablemos diálogos, entendimientos, diagnósticos y soluciones más sofisticadas. El simplismo en blanco y negro funciona en el tuiter, mas no en la calle. La plaza es compleja porque en ella se teje un sistema que enarbola múltiples intereses, ideales y sentidos comunes que necesitan coexistir en armonía.  

Se que es difícil respirar hondo, buscar empatía entre tanta bronca y encontrar datos confiables, cuando tengo en la cabeza los que me gustan. Pero no queda otra. Los seres humanos cuando perseguimos la ideología terminamos por levantar religiones o sectas, y cuando desestimamos el sufrimiento del otro, poco a poco nos vamos alienando hasta no reconocernos como partes de un proyecto común. Subámosle el nivel al debate con un poco más de humanismo y ciencia que fue lo que un par de siglos atrás nos permitió despegar como sociedad. 

 

Columna originalmente publicada por Diario Financiero

https://www.df.cl/opinion/columnistas/la-empatia-de-los-datos

Tomas Sanchez V. 

Investigador Asociado, Horizotal 

Autor Public Inc.